
Todo empezó en el 98, recuerda Gustavo Leal desde una sala de reuniones del Ministerio del Interior, donde trabaja
desde el inicio de la administración Mujica. Ese año se cumplió la primera década de existencia de El Abrojo, y se sintió
necesario organizar un “proceso de planificación estratégica” (así se lo llamó), la búsqueda de una definición más precisa de dónde estaba, qué era y qué pretendía la institución.