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EMBARRARSE LOS PIES A CIELO ABIERTO

Segura de lo que hacía, Paula agarró la mochila, puso los cuadernos, lápices de colores, la pelota; y arrancó a caminar rumbo al Paso Molino. La esperaban tres compañeros en el viaducto, para empezar la recorrida. Así empezó parte de la travesía que hoy tiene 30 años.
Era 1991, El Abrojo cumplía sus tres jóvenes años, y en aquel entonces era bastante usual ver a niños en situación de
calle en zonas comerciales, trabajando como cuidacoches, vendiendo o haciendo otras tareas.

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