NUESTRA HISTORIA
Nacimos como organización el 8 de octubre de 1988.
ORIGEN DEL NOMBRE
Aunque muchos suponen que “abrojo” es una palabra propia del Río de la Plata la misma procede del latín, a través de la forma “apere oculum”, equivalente de “abre el ojo”. Con esta palabra se identifica al fruto redondo y espinoso de cierta especie de planta de tallos largos y rastreros que crece en Chile, Bolivia, Argentina, Paraguay y Uruguay.
Cuando uno camina por los campos y praderas del Uruguay es frecuente encontrarse con estas plantas cuyos frutos (los abrojos) quedan prendidos a la ropa, acompañando el caminar y pinchando la piel para recordarnos que se han quedado prendidos a nuestro cuerpo.
Cuando creamos esta organización buscamos tener un nombre que tradujera en parte las intenciones que nos motivaba emprender este camino. Así como las plantas de abrojos, se adhieren a la ropa y permanecen a veces por largo tiempo durante el camino, la institución quiere adherirse y acompañar el andar de comunidades y grupos sociales en la búsqueda y construcción de una sociedad más justa y solidaria.
Les invitamos a conocer nuestra historia a partir de este documental que elaboramos en 2013 cuando celebramos 25 años de vida como organización.
ALGUNAS NOTAS PARA ORIENTAR UNA HISTORIA DE “EL ABROJO”
Por Gerardo Caetano. Octubre de 2013
Introducción
No cabe duda que para toda institución, el recordar su propia historia siempre resulta un emprendimiento removedor. Para “El Abrojo”, muchos de sus aniversarios han sido especialmente relevantes. Se trata de instancias singulares en las que no solo se vuelven “a pasar por el corazón” (que eso también es recordar) personas, ideas, acontecimientos y procesos, sino que también se producen reencuentros y reflexiones para renovar “las razones para andar juntos”, como decía Carlos Real de Azúa. En esa dirección y como premisa de estas notas de una historia que apenas se esbozará en algunos de sus rasgos más salientes, resulta oportuno recordar antes que nada que los aniversarios siempre han configurado hitos importantes para afirmar la trayectoria y el rumbo de “El Abrojo”. Ojala que la celebración de estos veinticinco años esté a la altura de esta buena tradición.
Este reto es hoy particularmente importante. En primer lugar por la condición especialmente significativa de este último cuarto de siglo en el país y en el mundo y su imbricación expresa con los itinerarios de “El Abrojo” en este tiempo de cambios acelerados. El registro calificado de las transformaciones de profundidad tal vez inédita que han tenido lugar en estos últimos veinticinco años resulta el contexto imprescindible para entender no solo el surgimiento de “El Abrojo” sino su historia y la identidad institucional que sus integrantes han forjado en ese período. Esa imbricación entre el contexto histórico y la trayectoria de la institución han sido tan intensos que no puede comprenderse la identidad profunda de esta organización tan especial sin partir de esa convicción. Esto podrá verse con claridad meridiana al tratar de periodificar los que podrían entenderse como los principales tramos de ese recorrido. Y aquí se perfila otro rasgo central: la historia de este primer cuarto de siglo de “El Abrojo” no se entiende en una clave de ensimismamiento o de autorreferencia, sino en tensión abierta con la interpelación de distintos momentos de la historia reciente del Uruguay y del “giro de época” regional y mundial que le sirven de marco.
Se trata pues de provocar una reflexión en la que el “mirar para atrás” sirva para registrar con precisión “de dónde se viene”, pero también para inspirar la discusión del “adónde se quiere ir”. El objetivo apunta a aprovechar este aniversario especial para volver a reunir las raíces con el futuro, en el marco de una elaboración difícil y provisoria, necesariamente debatible e interpelante, desde el reconocimiento de una pluralidad de miradas distintas, de heurísticas complejas y muchas veces dispersas, de proyectos comunes pero también diversos, a menudo contrapuestos en una tensión creativa.
Una periodificación y sus hitos
i) Los orígenes y el proceso fundacional (1988-1992)
Sin historicismo, puede convenirse que los orígenes siempre marcan. Y al registrarlos siempre resulta importante “no borrar huellas”. Esta institución eligió nacer, al menos en términos de idea, un 8 de octubre de 1988. Y por cierto que esa fecha no es neutral, no es un “significante vacío”. La iniciativa de promover la fundación de “El Abrojo” nace entonces de una decisión adoptada en el Frente Social del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. En un contexto polémico (que precedería la salida de buena parte de los integrantes del Frente Juvenil del MLN en 1990) y desde una fuerte sintonía con la propuesta de “Frente Grande” lanzada por Raúl Sendic (padre) a la salida de su larga prisión, puede decirse que el núcleo fundacional principal de la institución provino de integrantes mayormente juveniles del MLN. La idea matriz era promover una organización independiente, con personas que reconocieran diversos orígenes pero que compartieran una filosofía común en lo relacionado con una acción social transformadora.
Desde esa primera convocatoria “ideada” (como se señala en la propia página oficial de la institución) el 8 de octubre de 1988, se logra la respuesta de varios personas y colectivos, que pese a reconocer una cierta “matriz de cofradía”, expresaban también distintas procedencias: el “espacio anarquista”, el “Movimiento por la tierra”, un grupo importante de personas con pasado en la Asociación Cristiana de Jóvenes, entre otras. La formalización de la fundación se daría algunos meses después, el 8 de mayo de 1989.
En el relato de los orígenes de toda institución existe –de manera más o menos conciente- la vocación de construir un “mito fundacional”, una narrativa de la que surjan ideas, personas y programas que luego sirvan de inspiración, de filiación simbólico-emotiva pero también programática hacia el futuro. En ese mito la elección del nombre de la institución no fue un dato menor: como también se señala en la página institucional, en el apartado “origen del nombre”: “En la fundación de la institución se buscó tener un nombre que tradujera en parte las intenciones de la organización que nacía. Así como las plantas de abrojos, se adhieren a la ropa y permanecen a veces por largo tiempo durante el camino, la institución quiere adherirse y acompañar el andar de comunidades y grupos sociales en la búsqueda y construcción de una sociedad más justa y solidaria”.
Por supuesto que también en esos orígenes y en ese “mito fundacional” hay personas cuya sola referencia configura una definición. Aun con el riesgo de la injusticia y de la omisión, hay tres nombres que se imponen: dos de personas fallecidas como Juan Almiratti y José Rebellato y una de alguien que por suerte todavía se encuentra muy activa en varias áreas de la acción social, como es el caso de Alba Antúnez. También hay conflictos: el perfil de disidencia que rápidamente rodeó al núcleo fundacional respecto a la mayoría del cuerpo dirigente del MLN (con la excepción entre otros de Raúl Sendic, que hasta su muerte fue visto como un “protector”); la discusión acerca de que la creación de una ONG le quitaba “músculo” a la militancia política; el despliegue de una organización que en su misma operativa rápidamente se ganó la caracterización de una entidad “díscola” en su discurso y en sus métodos, en sus posicionamientos y en la actitud de sus dirigentes; entre otros.
Como se ha dicho, el contexto histórico especialmente relevante que enmarcó los orígenes y los primeros años de vida de la institución también dejó su marca: al despliegue de los fuertes debates internos dentro del MLN (que detonarían a mediados de los 90), se le sumaban en el plano local la ruptura del Frente Amplio, la derrota del “voto verde” en el referéndum contra la “Ley de caducidad” del 16 de abril de 1989, la victoria del P. Nacional y de Luis Alberto Lacalle en los comicios nacionales de noviembre de ese mismo año, el triunfo del Frente Amplio y de Tabaré Vázquez en los comicios por la titularidad de la Intendencia de Montevideo, el despliegue con el nuevo gobierno nacional de un programa con perfiles más nítidamente liberales, la firma del Tratado de Asunción en marzo de 1991 que dio origen al Mercosur, entre otros muchos. Mientras tanto, en el plano internacional, resultan referencias excluyentes la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 y la desaparición de la URSS en diciembre de 1991, acontecimientos emblemáticos de la crisis terminal del llamado “socialismo real”.
Puede decirse que el cuatrienio 1989-1992 constituyó el proceso fundacional stricto-sensu, caracterizado por lo que muchos llamaron la “acumulación originaria” de un trabajo significativamente voluntario, el desarrollo de los primeros programas (vinculados con temáticas y actividades como investigación social, recreación, mujer, animación sociocultural, jóvenes, salud, capacitación, medios audiovisuales) y la fragua de los formatos iniciales de organización y conducción de la institución.
ii) La construcción de una organización “amplia y diversa” (1992-1998)
Los seis años que siguieron estuvieron dominados por el proceso de conformación de una organización mucho más profesional en todo sentido. Esa fue la pauta clave que signó esos años que van desde hitos institucionales como la llamada “Conferencia de Consenso” de 1993 hasta la planificación estratégica de 1997, junto con la significación multidimensional que en forma un tanto paradójica tuvo el otorgamiento en setiembre de 1998 a “El Abrojo” del “Premio Internacional de Alfabetización” de la UNESCO.
Durante el primer lustro de su existencia, la institución creció de manera importante, tanto a través del número de sus integrantes como de sus proyectos. Resultaba imperativa la adopción de un conjunto de definiciones estratégicas que orientaran en forma clara los perfiles institucionales y sus principales objetivos de corto y mediano plazo. A ese requerimiento insoslayable dio respuesta la citada “Conferencia de Consenso”, que ha quedado en la memoria institucional como un auténtico hito histórico que al tiempo que terminó de consolidar el proceso fundacional, abrió una segunda etapa de proyección y despliegue. Configuró también un nuevo pacto, a través del cual saldar diferencias, consolidar opciones preferenciales y proyectar a la institución en términos estratégicos en contextos signados por la novedad y la exigencia.
Las orientaciones fundamentales se dieron a través de un conjunto ordenado de definiciones en ocho áreas. Un resumen de esas orientaciones resulta clave para comprender la relevancia de esa inflexión histórica de la institución:
- “El modelo institucional será el de una organización grande y diversa”. Esto implica construir una organización que no sea específica de un área temática dentro de las políticas sociales (por ejemplo, una ong de infancia, salud, mujer, otros). (…) El Abrojo se “obliga” a tener un piso profesional básico de forma de asegurar el crecimiento con calidad.
- “El Abrojo trabajará con la diversidad de sectores sociales”. (…) El aporte de la organización apunta a la transformación de las relaciones sociales, por lo tanto el Abrojo se plantea potencialmente abordar todos los sectores sociales sin exclusión alguna.
- “El Abrojo potenciará la diversidad metodológica en las intervenciones”. (…) Por lo tanto, la institución no se adscribe a una corriente de pensamiento específica en el área de las ciencias sociales. Procura ser una activa escucha y observadora –y en lo posible constructora- del desarrollo conceptual del pensamiento social. Al mismo tiempo, se cree que es indispensable desarrollar herramientas metodológicas de intervención adaptadas a cada población. (…) Cabe destacar que la diversidad metodológica, implica un norte común hacia donde ir de toda la institución y también un conjunto de fundamentos conceptuales comunes.
- “El Abrojo debe tener una diversificación salarial entre sus rentados”. La definición implica la necesidad de tener un escalafón donde se acuerden categorías que contemplen las capacidades, la responsabilidad y la carga horaria. Se busca que exista un equilibrio en la estructura salarial teniendo en cuenta que la diferencia entre el menor y el mayor sueldo de la institución no debería sobrepasar el 100%. (…)
- “El Abrojo debe diversificar fuentes de financiamiento a través de convenios con el Estado, creación de empresas, acuerdo de sponsorización con el sector privado, venta de servicios y ampliar agencias externas”. (…) El financiamiento local trae consigo nuevas reglas y exige mayor transparencia y eficacia y eficiencia en otros códigos al manejado por las agencias. Este cambio afecta el modelo de gestión de la institución y de los proyectos, exigiendo una transformación en los recursos humanos que trabajan. (…) La premisa en esta amplia estrategia de captación de fondos es que el límite de lo admisible siempre lo debe de poner la institución, por lo que no es aceptable culpar al Estado, a las empresas o las agencias por los condicionamientos que eventualmente pongan para financiar proyectos o acciones.
- “Redefinición del relacionamiento institucional de El Abrojo”. La institución se plantea el promover un relacionamiento amplio que incluye el afianzar el trabajo en conjunto con otras ong´s y buscar alianzas estratégicas en ese plano. En particular se entiende necesario participar de las redes y asociaciones temáticas. (…) A los partidos políticos se los define como interlocutores legítimos de la sociedad y como un sector donde la institución tiene que tener referencias de diálogo e intercambio. (…) La articulación con el mundo empresarial busca levantar la bandera de la responsabilidad social del sector privado.
- “La política de recursos humanos debe ajustarse al propósito político y técnico de El Abrojo”. El Abrojo debe de desarrollar una política de captación de recursos humanos, capacitación y retención de los mismos. (…) El compromiso institucional debe de ser un factor importante en la evaluación. (…)
- “El Abrojo debe proponerse el desarrollar impacto y prestigio institucional.” El impacto y el prestigio son conceptos de primer orden de relevancia en el proyecto de El Abrojo. (…) Los ejes del desarrollo de este posicionamiento se basan en producir a todo nivel, gestionar profesionalmente los proyectos y la institución, saber comunicar lo que hacemos y destacarlo socialmente, participar del debate público con imaginación y creatividad y tener reflexión permanente sobre lo que hacemos participando en instancias de divulgación”.
La extensión de la cita se justifica plenamente en virtud de la trascendencia estratégica de estas definiciones que sin duda marcaron en más de un sentido la identidad de la institución. Por cierto que no fue un pacto sencillo sino sumamente exigente. En aquellos momentos, sobre varios de estos puntos costaba mucho alcanzar un acuerdo dentro de “El Abrojo”: había posiciones enfrentadas y de hecho hubo importantes compañeros de la institución que se retiraron Las orientaciones acordadas implicaban definiciones fundamentales en relación a temas difíciles como el funcionamiento interno, las lógicas de financiamiento, las prioridades de acción, la interlocución y asociación con otros actores de la sociedad. Ese formato que algunos han llamado de “casa grande” o de “archipiélago” implicaba un modelo de gestión que aunaba una amplia libertad de inserción en los proyectos con una fuerte responsabilidad en relación a la disponibilidad de los recursos. A partir del rescate de una cierta “matriz artesanal” de funcionamiento y de conducción, se buscaba cimentar una lógica de funcionamiento ágil y horizontal, con un miedo inocultable a una deriva burocratizante.
Una reseña aun parcial de algunos de los proyectos desplegados durante estos años puede dar una idea del especial dinamismo que cobró la institución: el “proyecto Remolino”, primer proyecto aplicado de la institución orientado a la atención de niños en situación de pobreza; la “Movida”, organizada en 1994 con el apoyo de la Intendencia de Montevideo; “Intercalle”, en el marco de un espacio de colaboración entre el INAU y varios ONGs con el foco en la promoción de políticas para niños en situación de calle; el “proyecto Omnibus”, destinado a salir en directo al encuentro de niños en los barrios marginales; el proyecto “Cachabache”, de acompañamiento al traslado masivo de población asentada en forma irregular en el viejo local de la fábrica de Martínez Reina; entre otros. La vocación de innovación e incidencia en áreas estratégicas no solo se expresaba por esa apuesta a nombres llamativos y renovados para referir los distintos proyectos, sino en un diagnóstico riguroso acerca de las áreas problema que se revelaban ya por entonces como las más desafiantes para el futuro. La apuesta a la consideración privilegiada de temas clave como la infantilización de la pobreza a nivel nacional o el de los reacomodos urbanos a nivel del departamento de Montevideo constituyen un registro elocuente de lo certero y anticipatorio de las apuestas institucionales de “El Abrojo” por aquellos años.
También fueron años de emprendimientos exitosos en lo que refiere al incremento del financiamiento institucional, obtenido a través de vías más o menos tradicionales y de caminos inesperados en otros casos. Son ilustrativos a este respecto los numerosos convenios firmados con distintos organismos públicos (tanto a nivel nacional como departamental), así como los establecidos con empresas privadas como Benetton y Coca Cola, o con cooperativas como ANDA, entre otros.
Estos éxitos en distintos planos coincidían con un contexto histórico nuevamente desafiante. Mientras a nivel internacional se desplegaba el mundo de la posguerra fría, a nivel regional se proyectaba el tiempo de la aplicación en general dogmática de las políticas del llamado “Consenso de Washington”. En el caso uruguayo, tanto el categórico rechazo popular a la ley de empresas públicas en el referéndum del 13 de diciembre de 1992, como el talante más gradualista de las reformas desplegadas durante la segunda administración del Dr. Sanguinetti, indicaban un freno a la aplicación de las lógicas liberales más radicales, así como una pauta más moderada e incremental en las políticas públicas. De todos modos, aun en los años de crecimiento económico que siguieron hasta fines de 1998, fueron incubándose en las capas más profundas de la sociedad uruguaya ciertos problemas estructurales que detonarían en los años siguientes. A mediados de los 90 la continuidad del crecimiento no impidió que los indicadores sociales comenzaran a evidenciar signos de deterioro, al tiempo que problemas a menudo invisibilizados como el de los gravísimos efectos para el porvenir de la infantilización de la pobreza, de las tendencias regresivas no interceptadas en el sistema educativo o el reflejo de la marginalidad en el campo de la desintegración territorial, comenzaban a proyectar su sombra sobre las perspectivas futuras del país.
En más de un sentido “El Abrojo” supo anticipar el cambio de coyuntura antes del inicio de la recesión económica que comenzaría en 1999 y se extendería hasta 2003, con el impacto mayor de la terrible crisis de 2002. Las nuevas pautas que se revelan en las planificaciones estratégicas de la institución por aquellos años, en especial las de 1997 y las del 2000, dan cuenta de una preocupación manifiesta por atender las principales debilidades de la institución de cara a las restricciones que sobrevendrían con el cambio de contextos. También se procuraba renovar la misión de “El Abrojo” confirmando las principales líneas inspiradoras pero con la flexibilidad suficiente como para dar respuestas rápidas y efectivas a problemas emergentes que podían estallar en el futuro inmediato. Los lineamientos estratégicos “mayo 2000-diciembre 2003” sintetizan en esa dirección una reflexión estratégica que venía dándose desde años anteriores y que había podido anticipar la crisis:
1) “Consolidar el desarrollo político de la organización creciendo en forma planificada y ampliando y captando un círculo de voluntarios institucionales que contribuyan a la continuidad y sustentabilidad del proyecto El Abrojo.
2) Crecer y diversificar el área de impacto de El Abrojo, incursionando en nuevas áreas de las problemáticas sociales y ampliar el radio de acción al interior del país.
3) Profesionalizar el accionar de El Abrojo, aumentando la eficacia y eficiencia de nuestro trabajo al tiempo de impactar en el ámbito académico y político con propuestas y reflexiones innovadoras y transformadoras.
4) Promover una fuerte política de recursos humanos que apunte a capacitar a nivel técnico y político al personal rentado y voluntario de la institución.
5) Diversificar las fuentes de financiamiento a nivel nacional e internacional, dotando a la institución de un capital de giro importante que le permita asumir riesgos.
6) Promover un mayor relacionamiento de la institución con el sistema político, a los efectos de legitimar nuestro rol en el diseño, gestión y ejecución de políticas sociales a nivel nacional y local.
7) Crear y/o consolidar los emprendimientos estratégicos de El Abrojo optimizando los recursos y oportunidades que se generan”.
En forma paradójica fue la obtención del primer premio relevante obtenido por el “El Abrojo” la señal indicada para confirmar en clave simbólica que un tiempo terminaba y que se iniciaba una nueva etapa con desafíos inéditos pero también con oportunidades muy señaladas en términos de proyección de la institución. En efecto, quienes por entonces integraban “El Abrojo” recuerdan la entrega por el Presidente Sanguinetti del “Premio Internacional Noma de Alfabetización de la UNESCO” como una auténtica inflexión en la trayectoria institucional. El reconocimiento de amplia resonancia internacional era concedido al proyecto titulado «Tejiendo Redes”, orientado a la alfabetización abierta en hogares con niños y madres en comunidades en situación de extrema pobreza. El mismo realizaba un trabajo piloto de alfabetización no formal como forma de romper el círculo de reproducción de la pobreza. Era sin duda un proyecto claramente “a contracorriente” en un país que oficialmente advertía sobre la absoluta irrelevancia del tema del analfabetismo en el país y cuyas autoridades poco menos que consideraban un demérito que una institución uruguaya recibiera un premio precisamente por una acción en ese campo.
Más allá del impacto que tuvo el premio, muchos de quienes recibieron aquel premio el 8 de setiembre de 1998 coinciden en recordar que en medio de las celebraciones podían sentir los indicios de un cambio dramático que afectaría fuertemente al país y a la institución. Se podía intuir un cambio de época. Poco más de tres meses después, en enero de 1999, la devaluación del real daba inicio a una de las recesiones más largas de la historia del país.
iii) Crisis y cambio: los años del gran impacto público (1998-2007)
Fue desde esa capacidad de anticipación estratégica que “El Abrojo” pudo desplegar su mayor dinamismo precisamente cuando el rápido cambio de contextos generó una de las inflexiones más profundas de toda la historia uruguaya. En efecto, a partir de 1999 el país comenzó a vivir uno de los períodos de transformación más aguda de su historia, signado en primer término por la sucesión de una de las recesiones más largas y profundas (1999-2003) y de uno de los períodos de crecimiento económico más extenso y elevado (2003-2013). En ese período, luego de la reforma constitucional de 1996, el país experimentó también una década y media de cambios políticos inéditos: al gobierno presidido por Jorge Batlle entre el 2000 y el 2005, que debió enfrentar la recesión y el impacto mayor de la crisis de 2002, siguió el ciclo electoral 2004-2005, en el que Tabaré Vázquez se convirtió –en primera vuelta y con mayoría parlamentaria- en el primer Presidente frenteamplista de la historia y el Frente Amplio pudo obtener el gobierno de las Intendencias municipales en ocho departamentos; cinco años después, en el nuevo ciclo electoral 2009-2010, José Mujica volvió a ganar la elección nacional (esta vez en segunda vuelta pero reiterando la mayoría legislativa), al tiempo que el Frente Amplio pudo obtener cinco gobiernos departamentales en las elecciones departamentales del 2010.
Estos profundos cambios políticos y económicos tuvieron por cierto su fuerte traducción en el campo social. En el 2004 un 39,9 % de la población uruguaya alcanzó niveles de pobreza, mientras que un 4,7 % se hundió en la indigencia. Las consecuencias de la crisis del 2002 generaron un cúmulo muy diverso de impactos sociales: la desocupación llegó a acercarse al 20%, la precarización laboral y salarial se expandió, el coeficiente de Gini (que mide la desigualdad en el ingreso) tuvo en el 2004 su peor guarismo desde 1990 con un 0,464, el gasto público social per cápita se contrajo, la emigración de uruguayos fuera de fronteras volvió a crecer a niveles muy altos, la articulación entre el déficit acusado de los desempeños educativos y las asimetrías socio-económicas de la población se consolidó, entre otras.
Debe recordarse que muchos de los indicadores sociales, cuyas tendencias habían sido francamente virtuosas desde el fin de la dictadura (luego del traumático ajuste recesivo 1982-1984) hasta mediados de los 90, comenzaron a variar en términos negativos años antes de la recesión iniciada en 1999. Como vimos, “El Abrojo” junto a otras instituciones de la sociedad civil denunciaron en su momento que este fenómeno se producía como consecuencia del agotamiento visible de las políticas y de la acción social tradicionales, por lo que resultaba clave un cambio vigoroso en ambos planos. Fue sobre esa tendencia ya preocupante, que comenzó a evidenciarse hacia mediados de los 90 en pleno crecimiento, que golpeó primero la recesión y luego la crisis torrencial del 2002. La llegada de la izquierda al gobierno nacional en el 2005 se dio entonces en un contexto de descenso estructural de la sociedad uruguaya y con interpelaciones nuevas desde una sociedad civil muy golpeada.
Como se ha señalado, el ejercicio anticipatorio ya presente en las planificaciones estratégicas de la institución en los años previos a la crisis la dotaron de una fortaleza y de una flexibilidad muy aptas para responder con eficacia y celeridad a los nuevos contextos. Una reseña sumaria de algunos de los numerosos proyectos y programas que “El Abrojo” implementó en esos años permite dar cuenta de esa capacidad: el “Proyecto Barrilete”, vinculado a la «Intervención Integral en la Temática del Uso Problemático de Drogas en sectores en situación de Extrema Vulnerabilidad Social”; el trabajo con los paradores de la Intendencia de Montevideo; el proyecto “Cazabasurales”; el “Programa Girasoles”, orientado a la remodelación de espacios públicos con jóvenes; el proyecto “Puente al Sur”, como portal de la solidaridad de los uruguayos de la diáspora ante la situación de crisis profunda; la diversificación de los programas y actividades orientadas a un nuevo enfoque para mitigar los daños de la drogadicción en especial en los jóvenes; el proyecto “Repique”, con todas sus variantes en la atención a los menores carenciados; la promoción de actividades recreativas en verano y en el carnaval dirigidas a población en situación de pobreza; la expansión de proyectos y programas al interior del país; el proyecto “Puentes”, orientado a la continuidad de trayectorias educativas entre los subsistemas de Primaria y Secundaria en el marco del programa “Comunidad de aprendizaje”; la profundización del programa de “Maestros comunitarios”; el proyecto “Jarana”; el proyecto “Mañanas Complejas”, destinado a rediscutir las políticas sociales y su institucionalidad; entre otros muchos.
La lista podría en verdad extenderse mucho más aunque su simple resumen impresiona. El impacto público y el éxito coronaron la mayoría de estos emprendimientos. Los premios internacionales y nacionales se sucedieron. En su condición de Instituto de Educación Popular “El Abrojo” obtuvo en el año 2000 (o 2001?) la Mención de Honor en la Segunda Edición Iberoamericana de los Premios Reina Sofía en reconocimiento al proyecto “Barrilete”. En noviembre de 2001 la institución recibió el Premio Morosoli Institucional por parte de la Fundación “Lolita Ruibal”. El proyecto “En las Fronteras de la Escuela” obtuvo en el 2002 una Mención Especial en el Premio Ambiental de Montevideo. La institución también fue reconocida por Antel en el 2004 con el Primer Premio como el mejor sitio web en la categoría Información Pública. La prensa nacional también evidenció ese gran impacto público de la acción de “El Abrojo” en este período. Lo hizo a través de múltiples notas, algunas de las cuales se encuentran recogidas en la página institucional en el rubro respectivo.
Pero tal vez el mayor impacto de estos éxitos estuvo dado por un incremento notorio de la incidencia política de los emprendimientos de “El Abrojo”. Su rol como usina de ideas renovadoras para atender la emergencia social en ese tránsito entre la crisis del 2002 y el ascenso de la izquierda al gobierno nacional resulta paradigmático al respecto. Muchos de sus enfoques y propuestas fueron recogidos (con reconocimiento de ello o sin él) por los gobiernos a nivel nacional y departamental en las políticas públicas impulsadas frente a los desafíos de la emergencia social. En ese marco, el rol propiamente político de “El Abrojo” creció mucho en estos años. Un ejemplo máximo a este respecto lo dio el papel preponderante que le cupo a su programa “Mañanas Complejas” en la creación del Ministerio de Desarrollo Social implementado por el gobierno frenteamplista al inicio mismo de su gestión en el 2005. La implementación en los años previos de la “Mesa de Diálogo” sobre los “Mecanismos de Coordinación de las Políticas Sociales”, con participación de todos los partidos políticos, el PIT-CNT, ANONG, AUDEC y la UDELAR, con un rol especial de facilitación del Instituto de Ciencia Política de esta última, fue en verdad un ámbito decisivo para confirmar un cambio de institucionalidad que en lo previo no contaba con demasiados apoyos (ni siquiera dentro del FA) y que el tiempo demostró que era una buena solución. En un estudio particular sobre este tema1, el politólogo Adolfo Garcé ha realizado un seguimiento pormenorizado de este proceso de creación del MIDES en el que destaca el rol jugado por “El Abrojo”. Entre los aciertos que Garcé resalta en su trabajo destacan el haber tomado “la crisis como oportunidad”, el haber priorizado la incidencia a nivel de los programas partidarios, el haber integrado en la acción “una representación de alto nivel político”, su “alianza con la Universidad” y “la estrategia de maximizar el impacto público”.
Como se ha advertido, el cambio de institucionalidad como clave para enfrentar la emergencia social no fue la única incidencia política que “El Abrojo” supo generar en aquellos años difíciles. Muchas de las políticas que el MIDES y otros actores del nuevo gobierno frenteamplista comenzaron a aplicar en distintas áreas tuvieron muchos puntos de contacto con los enfoques renovadores que la institución había venido generando desde hacía una década sobre distintos temas (jóvenes, drogadicción, maestros comunitarios, etc.). Sin embargo, el gobierno frenteamplista no recurrió a ninguno de los referentes de “El Abrojo” para integrar sus elencos de gobierno. La orfandad político-partidaria de los dirigentes de la institución resultó mucho más decisiva a la hora de la elección de los equipos del nuevo gobierno que el prestigio y la experiencia ganados en el campo directo de las respuestas a la crisis desde la propia entidad por parte de los referentes públicos de la institución en distintos campos.
En ese marco, “El Abrojo” encaró el nuevo contexto dado por el ascenso de un gobierno de izquierda y por la implementación del Plan de Emergencia del MIDES reforzando su rol como actor independiente de la sociedad civil. En esa dirección, procuró generar aprendizajes eficaces para encaminar de la mejor manera ese nuevo escenario de interlocución entre gobierno y sociedad que se abría en el Uruguay a partir del 2005. La implementación del proyecto “Noches concretas” resultó un ejemplo elocuente en ese sentido, generando un ámbito de diálogo e intercambio informal entre figuras representativas del nuevo gobierno y personas con actuación destacada en distintos ámbitos de la sociedad civil. Se pretendía responder a los problemas formales de interlocución directa con el nuevo gobierno de la izquierda con la promoción de una agenda de debate con exigencia prospectiva.
[1] Cfr. Adolfo Garcé, “Una experiencia de incidencia de la ONG “El Abrojo”. La Mesa “Mecanismos de Coordinación de las Políticas Sociales” y la creación del Ministerio de Desarrollo Social (2003-2005)”. (mímeo)
iv) Los últimos tiempos y el proceso en curso. (2007-2013)
Sin duda que estos últimos años configuran un período todavía en curso, cuya resolución y evolución se mantienen aun inciertas y abiertas en muchos sentidos. “El Abrojo” ha sido y es protagonista efectivo de este nuevo tiempo histórico. En la fidelidad a sus tradiciones, ha sido actor “díscolo” en los intentos de una reformulación virtuosa entre gobierno, Estado y sociedad civil de cara a interpelaciones muy fuertes. Entre la necesidad imperiosa de contribuir a construir un nuevo Estado mucho más idóneo para la transformación, la promoción de “nuevos libretos” para una izquierda cuyas propuestas parecieron perder fuerza innovadora luego de haber empujado con éxito el proyecto de “reconstrucción nacional” luego de la crisis, y el imperativo de no ceder independencia ni capacidad de trabajo exigente y riguroso de parte de las organizaciones de una sociedad civil también interpelada por cambios profundos, “El Abrojo” ha buscado renovar su apuesta sin “perder la marca” identitaria. Ha sabido hacerlo con una fuerte apertura a lo nuevo, entre otras cosas significada por la llegada de nuevos integrantes más jóvenes a los equipos y a la conducción de la institución.
No fue casual que en la respuesta a estos fuertes cambios de contexto, “El Abrojo” entendió necesario emprender fuertes cambios organizacionales en campos decisivos como la política de alianzas estratégicas o la propia naturaleza jurídica de la entidad. Ya desde los años que enmarcaron el período anterior de la institución se comenzó a avanzar de manera decidida en una “nueva institucionalidad” con formato “holding”, en la que se articulara de modo flexible y progresivo una lógica de convergencia técnica y profesional con instituciones afines, sustentada por una convergencia programática a la que se llamó “Cooperación para el Desarrollo” (CPD).
En un Documento base de diciembre del 2000, presentado para la discusión y aprobación en la “Tercera Asamblea General de Voluntarios Institucionales de El Abrojo”, se fundamentaba este cambio institucional de la siguiente forma: “El Abrojo debe proponerse liderar la construcción de un sistema de alianzas estables con otras organizaciones especializadas en áreas complementarias a la institución, que tengan como prerrequisito compartir la orientación política, que nos fortalezca mutuamente desde el punto de vista institucional y que nos habilite un espacio político de incidencia pública. (…) Desde un punto de vista del desarrollo institucional, la estrategia de creación de un “holding” institucional apunta a lograr crear un espacio de articulación y de impacto mayor. (…) Deberíamos de entender la nueva institucionalidad que pretendemos desarrollar como un sistema abierto. La idea es lograr “pensar en términos de red”, generando desde el punto de vista organizacional nodos en relación a los cuales se puedan relacionar de manera flexible, ágil y propositiva.”
El despliegue de esta nueva “política de alianzas” no resultó sencillo. La experiencia desarrollada en el 2001 con instituciones como la Fundación Delta-Cavia o Ielsur obligaron a replantear métodos, objetivos y tiempos en las decisiones y en la planificación de los años siguientes. Sin embargo, la lógica de una mayor apertura al trabajo en red con otras instituciones y personas afines continuó, como lo revelan las líneas rectoras de desarrollo institucional aprobadas en los años siguientes. Sin perder de vista la consolidación de una mayor cohesión interna que permitiera renovar una identidad institucional que no se quería perder, la institución se abrió a nuevos emprendimientos como los vinculados con la expansión geográfica al interior del país de proyectos y programas, el desarrollo de la propuesta Instituto Universitario o la asociación de imagen con referentes culturales.
Esta apuesta renovada que, con altibajos e itinerarios complejos y debatidos, se orientaba hacia la forja de una nueva institucionalidad fue complementada con cambios muy profundos en el funcionamiento y en la propia naturaleza jurídica de la institución. La creación de la “Asamblea General de Voluntarios Institucionales” (AGVI) y en particular la adopción de una nueva forma jurídica del tipo cooperativa (creada formalmente el 1º de julio de 2008) ponen de manifiesto que la adaptación a los nuevos contextos requirió cambios internos de envergadura. En el marco de una tensión de perspectivas entre los “históricos” y los “nuevos” dentro de la institución, la reflexión a propósito de cómo responder de manera más integral a las exigencias de los nuevos contextos se imbricó necesariamente con la interpelación más interna de cómo “ser patrones de nosotros mismos” o con la prevención sobre que “la profesionalización no le ganara a la política”.
Se trató sin duda de un auténtico cambio en las reglas de juego institucionales, con el norte compartido de que “El Abrojo” pudiera recrear su identidad como “proyecto político permanente que varía sus proyectos”. Una vez más, es la vieja tensión de la “renovación desde la tradición” la que actualmente preside el pulso de las actividades, proyectos y programas de la institución en los tiempos más actuales. La “grilla” de los programas sigue abierta a recombinar temas y acciones en distintos campos: “la investigación, formación y educación en la temática del uso de drogas”, la capacitación en el campo socio-laboral, la atención a niños, adolescentes y jóvenes en situación de exclusión social, la “investigación, promoción cultural y educación en la temática del ocio, el deporte, el juego y la recreación”, la capacitación en “habilidades para la vida” frente a los desafíos del mundo contemporáneo, el programa “socio-ambiental”, entre otras.
En medio de estas alternativas, el común denominador de todas estas acciones y estrategias sigue siendo un objetivo eminentemente político: incrementar la incidencia en áreas estratégicas para la transformación de la sociedad uruguaya en una perspectiva de desarrollo, igualdad y libertad. Los caminos concretos para plasmarla siguen siendo diversos. Aunque los ámbitos de la política partidaria han seguido siendo no demasiado hospitalarios para “la gente de El Abrojo”, también es cierto que en la segunda administración de gobierno del Frente Amplio ha habido más cabida para la incorporación de referentes institucionales en lugares de conducción estratégica de las políticas públicas. También desde la propia institución hay quienes siguen priorizando el trabajo independiente en la sociedad civil como la vía más idónea para cumplir con los objetivos que hacen más directamente a la inspiración fundacional de la entidad. En cualquier hipótesis, “El Abrojo” sigue exhibiendo como su “modus operandi” un pluralismo orejano y abierto a la disidencia, con una cierta impronta juvenil y disruptiva. Así lo encuentra este aniversario de su primer cuarto de siglo: discutiendo y reflexionando el “adentro” para dar más y mejor respuesta a las exigencias del “afuera”.
Claves de identidad, entre legados y desafíos
Por cierto que este acercamiento a los primeros veinticinco años de historia de “El Abrojo” es forzosamente parcial y provisorio. El autor se anticipa a expresar su pleno convencimiento acerca de que este repaso de una trayectoria tan rica y diversa con seguridad presenta omisiones y restricciones. Los límites pero también el objetivo general del trabajo dificultan un acercamiento más exhaustivo e integral, que ojalá pueda construirse en los próximos años. A “El Abrojo” curiosamente le falta cultura de la memoria. Ha registrado y ordenado defectuosamente la muy rica documentación que da testimonio de una historia particularmente intensa. La heurística de este cuarto de siglo está muy dispersa y desordenada, con algunas lagunas importantes. Además de formalizar mucho más el archivo documental, hace falta promover en forma sistemática el registro sistemático de testimonios y de documentación audio-visual de amplio espectro. Es este un reto que este aniversario viene a poner de relieve de manera muy especial, en términos de un insumo indispensable para una institución que no puede entenderse sin apelar a la historia de las personas e ideas que le han dado forma.
Sin embargo, aun con las restricciones de este complejo puzzle de historias y memorias, de recuerdos y de olvidos, de presencias y de ausencias, el relato que se rescata apunta sin vacilaciones hacia el sustrato común de una identidad fuerte. Es en ese sentido una organización muy particular, en un país y en una sociedad civil más habituados –y también más hospitalarios- a identidades más débiles. Hay en efecto un rumbo nítido en estos veinticinco años de trayectoria que refiere a un nosotros que puede identificarse con ciertas invocaciones, sin duda parciales pero cargadas de significación de identidad: es la “casa grande”; la organización “amplia y diversa”; el “archipiélago libertario con formato federal”; son los “polizones del desarrollo” que proponen “soluciones biográficas a problemas sistémicos”; es a la vez “un proyecto político permanente que varía sus proyectos”, una “reivindicación distinta de lo público” y “un modo especial de actuar socialmente”; es una metodología singular de trabajo, que destaca la atención del “semejante” y del “prójimo” desde una lógica de “intervención de cercanías”; es una “marca” de rigor, de éxito, de redes, con un perfil muy alto; es el reclamo insistente por “cuidar al extranjero” que piensa y que mira diferente que el gobierno y que el Estado; es una “usina de anticipación de agendas”; es un “espacio incómodo, orejano, díscolo, difícil, al que a menudo le cuesta encontrar cabida”…
Tal vez entre esas metáforas esté la brújula de “El Abrojo”, sin duda un nombre que ha resultado muy apropiado para esta institución que cumple un cuarto de siglo. Pero todos estos legados enfrentan hoy desafíos acuciantes: como otras veces pero de manera totalmente nueva, de lo que se trata es de volver a hacer posibles ideas y proyectos audaces, legitimar ese “otro pensamiento” que tanto cuesta, protagonizar ese escenario generalmente esquivo de la lucha de las ideas, que siempre es uno de los más decisivos y de los más difíciles. Nunca hubo retos sencillos para “El Abrojo”, tampoco lo son los actuales. Pero asumirlos en plenitud es la clave de su identidad, así como la manera que tiene para contribuir a descubrir y transformar al Uruguay de los próximos veinticinco años.
Historias que nos atraviesan
Este no es un libro sobre El Abrojo y al mismo tiempo lo es. Cabalmente. De la primera a la última página.
Suele venir bien renovar década. Ocasión para el paréntesis y tras él, la pregunta: ¿Qué fue lo que nos trajo hasta acá? Pregunta esquiva, camuflada en una suerte de amnesia autoindulgente que suelen tener las instituciones.
Hoy retomamos la metáfora, tal vez por hastío de la metonimia contemporánea donde las personas son habladas por los dispositivos y categorías.
Y a través de estas historias mínimas nos dejamos contar por ellos y ellas.
No es un libro sobre El Abrojo y al mismo tiempo lo es: permite contarnos como sociedad.
Del prólogo de Mónica Zefferino
Textos de:
Anabella Aparicio – Sebastián Cabrera – Federico Castillo – Azul Cordo – Angelina de los Santos – Daniel Erosa – Laura Gandolfo – Leonel García – Mariángel Solomita – Leonado Haberkorn – Emilio Martínez Muracciole – Gabriel Sosa – Horacio Varoli
Fotos de Ana Casamayou
Edición a cargo de Gabriel Sosa