Comparten la noche el perro, el gato y la moto. Uno con ladridos que mastican la oscuridad, otro peleando en los techos de chapa y la cilindrada rompiendo el silencio negro de Las Piedras.
Amanece gris, despacio y denso. A diez cuadras de la plaza céntrica alguna gallina cacarea, le avisa al perro que deje
de custodiar lo que no puede. Un poco más acá, Matías Rodríguez prepara el mate y sale desde su casa montado en una bicicleta naranja.