A Ángela la siguen. Esa mañana somos cuatro las que cruzamos las calles céntricas de adoquines desparejos y es ella
la que va a la vanguardia; su ritmo ávido por lo campechano hace que la pereza rochense le sea ajena en este otoño. Ella camina, sube y baja veredas haciendo desaparecer el agua olvidada debajo de baldosas flojas, las casas bajas de colores fríos que cuadra tras cuadra se suceden idénticas.